La justicia de Dios

Dios


Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, justificada por la ley y por los profetas;
la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.  Porque no hay diferencia,
siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús    

Romanos 3:21-26


La justicia es una propiedad de Dios, donde Dios juzga con equidad y rectitud. Cuando Adán pecó contra Dios en el huerto del Edén, la situación en la que se vio avocado fue el de ser considerado por los tribunales celestiales como reo transgresor de la justicia de Dios.
En semejante estado, el ser humano y su descendencia solo podían esperar un veredicto: ¡culpable!; y por lo consiguiente la respectiva condena de muerte espiritual, arrojado eternamente al abismo donde se encuentra el lago que arde con fuego y azufre.

Mas la misericordia de Dios fue tal para con esta pobre creación, que Dios le concedió una salida por la cual la descendencia de Adán pudiese satisfacer la justicia de Dios, y escapar de los juicios y de la condenación.

El asunto comprendía que entre todos los hombres debía de buscarse a uno que pudiese presentarse ante Dios y ante los tribunales celestiales a reclamar el libro de Compra-Venta, que estaba en las manos de Dios, y en la que el diablo mediante el engaño, había adquirido la propiedad de todo ser humano, el cual se hundía cada vez más, al practicar con avidez toda clase de pecado.

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. 

Génesis 3:15


Esta promesa de Dios en favor de los hombres, tenía un inmenso y decisorio valor jurídico, al cual nadie podía ponerle objeciones, ni admitía ningún recurso legal que pudiese demorar una sentencia absolutoria y reconciliadora en favor de los hombres.

El problema es que, entre los hijos de los hombres, ninguno cumplía ni de lejos los requisitos para ser considerado como el cumplidor de las exigencias de Dios, satisfaciendo su justicia; que pedía que pague con sangre pura y santa el agravio que El sufrió, cuando el hombre desdeñó su palabra en el huerto del Edén; pues todos los hombres sin excepción le pertenecían a Satanás, y por consiguiente también eran reos de condenación.

Pero la promesa de Dios estaba vigente y era la única esperanza de salvación de la raza humana.  Pero... ¿Dónde encontrar ese hombre, capaz de estar en pie delante del trono de Dios, y tomar el libro de su mano?  No lo había, no había nadie que no estuviera contaminado por el pecado.  Por lo que Dios se da cuenta de la incapacidad del ser humano de librarse por sí mismo de las garras del diablo para derrotar al pecado, y decide actuar en su favor. Y es en determinado momento, cuando el amor profundo de Dios hacia los hombres desborda sobreabundantemente su severidad; y en cumplimiento a lo dicho por sus profetas, envía a su unigénito Hijo desde los cielos, para que tome forma de hombre, y pueda vencer al pecado en la carne. 

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.        

Juan 3:16


Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.      

Juan 1:14

El Verbo se hizo Carne

Jesucristo

Para tal efecto, Jesús el Verbo encarnado en su ser exterior, o sea, en su carne tenía que ser engendrado sin la simiente del pecado; para eso en su concepción no tenía que intervenir voluntad de varón, ya que es por el varón que el pecado se transmite, pues él es el que pone la semilla de donde surgirá el nuevo ser, en el vientre de la mujer.

En el caso de Jesús, quien intervino para cubrir a la doncella, fue el Espíritu de Dios el Padre; este misterio, que nos habla de cómo en la más grande demostración de amor, el Verbo de Dios, siendo igual que Dios, no le importó ser como Dios como cosa a que aferrarse, sino que se humilló y se despojó a sí mismo para tomar forma de hombre para traer redención a la caída raza humana.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;        

Filipenses 2:5-7


Entonces, hablar de Jesús, es hablar del Verbo de Dios, al cual nadie lo creó pues es parte de la Deidad, y que ha estado y permanecido por siempre en la eternidad; pero, para traer redención a los hombres, tenía que vivir sobre esta tierra con un cuerpo que el Padre de antemano le había preparado.

Por lo cual, entrando en el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste;
Mas me preparaste cuerpo,
Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
Entonces dije:  He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.           

Hebreos 10:5-7

El Nacimiento y Vida sin Pecado del Verbo Encarnado

Con esta prueba indubitable ante la corte celestial y las potestades celestiales, vemos a Jesús, viniendo a este mundo sin la mancha del pecado original; el nacimiento virginal de su carne nos dice: que, a la doncella, no la cubrió ningún varón, sino el Espíritu Santo de Dios, por lo que el fruto que vino a este mundo fue santo, sin pecado.

Con lo que, en el transcurso de sus años sobre esta tierra, y conociendo bien el propósito por lo que se había encarnado, el Verbo de Dios (Jesús) vive delante de la presencia de su Padre con temor reverente, resistiendo los embates de las tinieblas que querían hacerlo pecar.

La vida del Señor Jesús fue una vida de obediencia sin condiciones hacia el Padre; y en su misión sobre esta tierra como el Hijo del hombre que Dios había enviado para que trajese redención a toda la raza humana, así como para dar cumplimiento a la promesa profética del mismo Padre, en el libro del Génesis 3:15, tenía que ser sumamente santa.  El pecado tenía que ser vencido en la misma carne en donde se había enseñoreado.

Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;          

Romanos 8:3


Pero, la prueba máxima de su victoria como el Libertador de los hombres se dio en el Gólgota, o el lugar de la calavera, donde fue llevado y crucificado, después de haber vivido una vida de testimonio como Salvador de los hombres.  En los momentos de mayor sufrimiento cuando la vida terrenal se terminaba, exclamó con un grito de victoria:  Consumado es.

En el calvario Jesucristo consumó su victoria contra el pecado y contra todas las huestes de maldad que tenían esclavizados a los hombres, condenandolos a la muerte y al infierno.

Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.   

Colosenses 2:14-15


Judicialmente, por su pecado, la raza humana había sido constituida como reo de la justicia de Dios; ante el tribunal celestial el Señor había levantado un acta con decretos que nos era contraria, y que nos llevaba irremediablemente hacia la muerte y la condenación eterna; por lo que mientras no se levantara un hombre que pudiese satisfacer la justicia de Dios, el hombre iba a seguir irremediablemente muriendo.

Mas para eso apareció Cristo, el cual con su justicia pudo satisfacer la justicia de Dios, y hacer nula el acta de los decretos que nos era contraria; y de esta manera devolver a la familia humana su libertad, y todo aquello de la que había sido despojada mediante engaño por el diablo.


Autor: Apóstol Bolívar Guerrero Castro

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